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Juan Carlos López de la Calle San Pedro

Bodeguero

Laguardia, 1956

Gestiona la bodega ‘Artadi’ de Araba. Es la cuarta generación de una familia de viticultores, en la que ha conseguido que la prestigiosa revista ‘The Wine Adovocate’, de Robert Parker, le haya otorgado varias veces  los cien puntos. 

Se formó como Técnico Especialista en Viticultura y Enología en Madrid en el año 1974. Era la primera edición del Estado español y, tras realizar los estudios de Perito agrícola en Iruñea, “me tiré al ruedo”, tal y como le gusta indicar a él.

Cree que el conocimiento vinícola de su familia viene incluso de antes de sus bisabuelos y bisabuelas: “En esta comarca los oriundos tienen vinculación directa con el vino. Yo he nacido encima de una bodega, una casa donde había lagares. He olido vino desde que tengo uso de razón, en un pueblo como Laguardia, donde todas las casas disponen de una bodega o calado”, relata a la vez que rememora sus raíces.  

No en vano, López de la Calle visiona su infancia con las calles de color a vino que recorrían el suelo en temporada de vendimia. Dicho momento del año que todo el mundo lo conoce como ‘el pisón’, cuando participaban con júbilo las y los primos, amigas, amigos y familiares, ese momento importante de recoger la cosecha: “Había cuatro prensas para todos los cosecheros. Se hacía una ‘makila’, el formato con el que se pagaba con una cántara por cada prensa. Una vez hecho el proceso, los dieciséis litros que contenían se quedaban para ellos; ese era el pago”.

Fue en el año 1981, exactamente, cuando heredó sus primeras hectáreas. En aquellos tiempos ‘Artadi’ era una cooperativa y al principio todo se elaboraba en maceración carbónica. Sin embargo, durante estas últimas décadas ha pasado por distintos conceptos: en los años 90 no se denominaba ‘parcela’, pero sí de cuba de madera, que contenía entre 350 o 400 cántaras de roble de país. “Y las mil eran insuperables”, comenta seguro este viticultor. 

De hecho, antiguamente no se hablaba de la viticultura sostenible, ecológica o biodinámica, puesto que era “la forma natural” de elaborarlo: “Había más cuidado de las cepas; era por inercia, esa era la viticultura tradicional”. A partir de 1992, en cambio, empezaron a adquirir barricas y a elaborar crianzas de cepas. Así, este alavés subraya que a lo largo de toda esa evolución ha ido “ganando en conocimiento, tecnificación y profesionalización, asegurando la calidad”. 

Respeto a la presencia de caldos vascos en las cartas se refiere, opina que “hay un proverbio que dice que ‘aquello que no tiene nombre, no existe’”, en referencia a su apoyo a la marca ‘Rioja alavesa’ y su poca visibilidad en las cartas actuales. “Esa es la realidad de la viticultura alavesa”, apunta. 

De todos modos, no pretende echar la culpa a nadie, “pero cuando queremos identificarnos con ‘Rioja alavesa’, es tan fuerte el poder de comunicación de ‘La Rioja’, que canibaliza el posicionamiento”. Además, López de la Calle piensa que “crea una confusión” en la persona que lo consume y ve la mejora en identificarlo “de una manera muy sencilla, identificado con la marca de Araba. Cuesta que algunos den el salto, eso implica, esfuerzo, sacrificio o dedicación. Es un camino pedregoso, pero si no se empieza, no se acaba”.