
Agricultor
Ibarra, 1955
Ofrece sus productos en la famosa feria de Ordizia de toda la vida. Ha conocido distintas épocas del sector y actualmente es uno de los productores de guindilla de Ibarra.
Estudió para maestro industrial de automoción en Iruñea y ejerció su profesión durante algunos años. De todos modos, recuerda nítidamente la época de cuando tenía cuatro o cinco años y acudía con su padre y madre al mercado de Ordizia.
Izagirre ha sido testigo de distintas etapas del popular mercado: desde la época de acudir a caballo a la llegada en camión. “A mi abuelo se lo requisaron para ir al frente en la Guerra Civil. En aquellos años se vendían plantas y verduras como, por ejemplo, berza, lechuga, zanahoria, puerros o alubias. Todo era género local, no había acceso a otros de fuera y el tomate sólo se daba en verano”, rememora el de Ibarra.
Fue hace cuarenta años cuando comenzaron a llegar al mercado otras verduras. Asimismo, empezaron a funcionar los supermercados: “No se aceptó del todo bien en Ordizia. Le dio mucho palo al mercado tradicional, al tener precios más reducidos”.
Dice que en Gipuzkoa se dispone de “un mal terreno para la agricultura, por la humedad y climatología adversa”. Pese a ello, Izagirre valora “positivamente la calidad” de la verdura, a lo que añade que “lo mejor” para labrar en nuestras tierras “es puerro, berza, brócoli, coliflor, romanesco, acelgas, espinaca o borraja”.
El mercado actual, en concreto, lo ve mal: “La juventud pasa olímpicamente de venir. Dicen que están trabajando, pero antes también se trabajaba y ya venían…”. Asimismo, el gipuzkoarra percibe “cierta preocupación” debido a que el público “no conoce” el producto, ni su origen: “Veo a veces niños, pero deberían acudir más y los adultos tendrían que educarles”.
Sin duda, otra de sus especialidades es la guindilla, símbolo gastronómico de su localidad natal, tanto fresca como embotada. “Llevamos muchos años con la actividad. Hace veinticinco años comenzamos embotando, fue por parte del diputado Iñaki Chueca que lo apoyó”, apunta.
Por tanto, lo que empezó como una especie de juego entre cinco caseríos para conocer quién era el mejor productor de guindilla, acabó con la realización de una cuidada selección de las mejores en fresco: “Martin Mancho fue el ingeniero que nos ayudó a hacer una selección de la guindilla de Ibarra, una novedad en aquel entonces. Después se popularizó con el nombre de ‘langostino de Ibarra’, que lo puso en marcha el bar ‘Txumitxa’ de la localidad”, recuerda Izagirre con pasión.
Actualmente, la marca pertenece a ‘Hazi Fundazioa’ y son tres, concretamente, los caseríos que conforman la cooperativa ‘Ibarlur’ que la comercializa. En cuanto a la gastronomía se refiere, tienen relación sobre todo con la guipuzcoana, territorio que más consume su producto.
Respecto a las y los cocineros, Izagirre “echa en falta” que “visiten el mercado” de Ordizia: “Son pocos los que pasan por el mercado. Así ha sido por lo menos desde hace veinte años”.